"Roberto Saviano fue amenazado de muerte por la mafia. ¿El motivo? Este libro, el relato increíble pero real de su viaje al corazón de la Camorra, una aproximación aterradoramente cercana a un mundo de patrones sangrientos, ejecutivos violentos y gerentes killers". La cita corresponde a la contratapa de Gomorra, el libro del joven periodista napolitano sobre el que pesa una condena a muerte de parte de sus coterráneos que revisten en el Sistema. Porque como se explica en las 325 páginas del texto, Camorra es un término utilizado por periodistas, policías y jueces. Hacia dentro, la organización adopta sus propias denominaciones que no coinciden con las que recibe de personas ajenas. Incluso antes de su traducción al castellano, el caso de Saviano y las amenazas recibidas ocupaban espacio en los medios de comunicación y atraían la atención del público que preguntaba por el libro. La publicidad hizo entonces un eco bastante fuerte que lo convirtió en un best seller. ¿Cuál es la razón para generar semejante repercusión mediática? Fundamentalmente una cuestión esencial: la abundancia de nombres propios, la interminable lista de jefes, matones y asesinos a los que se le adjudican las más diversas actividades delictivas. Aunque las matanzas, extorsiones y venta de drogas sean un secreto a voces que todos los napolitanos conocen de cerca, la publicación de Gomorra implica una atención especial a los negocios de la mafia local. Justamente lo que menos le interesa a la Camorra.
Enquistada en todos los niveles y segmentos de la vida cotidiana, la mafia napolitana es descripta con precisión por la pluma del periodista amenazado. En cada capítulo, Saviano analiza los pormenores de la actividad delictiva de una organización que ya no opera exclusivamente en su país de origen y amplió su campo de acción a buena parte de Europa. Las guerras intestinas, las traiciones y los códigos de silencio; la falsificación de marcas que imitan a las casas de telas más cotizadas del mundo; el rol de las mujeres dentro de las estructuras de los clanes (los afiliados presos reciben asistencia legal y sus esposas la retribución mensual que les permite vivir); los muertos que atrevieron a desafiar el poder del Sistema; y fundamentalmente, el impresionante negocio detrás del tratamiento y recolección de la basura (los reinados de los capomafia son breves y poco les importa contaminar sus pueblos y sus propias familias si el negocio es suficientemente rentable) son retratados aquí con la agudeza que sólo un nativo de la región puede obtener.
Porque las palabras de Saviano revelan la impotencia y furia acumulada por el accionar de la Camorra. Y sólo un verdadero estudioso de la cuestión puede hacer descripciones tan ilustrativas sobre el funcionamiento genérico del accionar mafioso: "El tejido de la Camorra se compone de grupos que empiezan a chupar como piojos voraces y frenan todo avance económico, y de otros que, por el contrario, como rapidísimas vanguardias, impulsan su negocio hacia el máximo grado de desarrollo y actividad comercial (…) En Nápoles, la crueldad es la práctica más complicada y conveniente para llegar a ser un empresario triunfador, el aire de ciudad en guerra que se respira por todos los poros tiene el olor rancio del sudor, como si las calles fueran gimnasios a cielo abierto donde ejercitar la posibilidad de saquear, robar, atracar, practicar la gimnasia del poder ".
Por momentos, la sobreabundancia de nombres propios y regiones del sur italiano terminan mareando al lector que desconoce aspectos básicos de la geografía napolitana. Sucede que allí reside el principal atractivo de Gomorra: circunscribir los hechos y personajes a su radio de acción y adjudicar ciertos hechos a personas concretas. El libro no se queda en la anécdota simple o el hecho folclórico; va al hueso como si utilizara los cuchillos de la portada correspondientes a una obra de Andy Warhol.
Enquistada en todos los niveles y segmentos de la vida cotidiana, la mafia napolitana es descripta con precisión por la pluma del periodista amenazado. En cada capítulo, Saviano analiza los pormenores de la actividad delictiva de una organización que ya no opera exclusivamente en su país de origen y amplió su campo de acción a buena parte de Europa. Las guerras intestinas, las traiciones y los códigos de silencio; la falsificación de marcas que imitan a las casas de telas más cotizadas del mundo; el rol de las mujeres dentro de las estructuras de los clanes (los afiliados presos reciben asistencia legal y sus esposas la retribución mensual que les permite vivir); los muertos que atrevieron a desafiar el poder del Sistema; y fundamentalmente, el impresionante negocio detrás del tratamiento y recolección de la basura (los reinados de los capomafia son breves y poco les importa contaminar sus pueblos y sus propias familias si el negocio es suficientemente rentable) son retratados aquí con la agudeza que sólo un nativo de la región puede obtener.
Porque las palabras de Saviano revelan la impotencia y furia acumulada por el accionar de la Camorra. Y sólo un verdadero estudioso de la cuestión puede hacer descripciones tan ilustrativas sobre el funcionamiento genérico del accionar mafioso: "El tejido de la Camorra se compone de grupos que empiezan a chupar como piojos voraces y frenan todo avance económico, y de otros que, por el contrario, como rapidísimas vanguardias, impulsan su negocio hacia el máximo grado de desarrollo y actividad comercial (…) En Nápoles, la crueldad es la práctica más complicada y conveniente para llegar a ser un empresario triunfador, el aire de ciudad en guerra que se respira por todos los poros tiene el olor rancio del sudor, como si las calles fueran gimnasios a cielo abierto donde ejercitar la posibilidad de saquear, robar, atracar, practicar la gimnasia del poder ".
Por momentos, la sobreabundancia de nombres propios y regiones del sur italiano terminan mareando al lector que desconoce aspectos básicos de la geografía napolitana. Sucede que allí reside el principal atractivo de Gomorra: circunscribir los hechos y personajes a su radio de acción y adjudicar ciertos hechos a personas concretas. El libro no se queda en la anécdota simple o el hecho folclórico; va al hueso como si utilizara los cuchillos de la portada correspondientes a una obra de Andy Warhol.
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