domingo, 19 de abril de 2009

FIESTA MONSTRUO

Qué difícil resulta definir las Bubamara. Música de los Balcanes, sonidos gitanos, agite, intensidad y muchísima energía se combinan para dar lugar a una auténtica fiesta monstruo. Media hora después de la medianoche se habilita el ingreso de público en el coqueto Art Decó. Una chica ofrece amablemente la posibilidad de suscribirse a las novedades de esta fiesta itinerante vía mail, algunos brindan sus datos, otros ya recibimos sus newsletter.
El litro de cerveza cuesta $15 (promo dos por $25) y el de fernet $30. Los precios no son un regalo pero tampoco están fuera del promedio habitual. La música se va poniendo más estridente y el lugar se va poblando de muchachas y muchachos que disfrutan del repertorio. Hay chicas producidas como para asistir a un boliche y pibes en bermudas. El Dj coloca algunos hits (para los habitués) y la pista se enciende: saltos, palmas y mucha diversión pronostican una noche larga y entretenida.
Cuando Zíngaros aparece, la mayoría se acerca al escenario para presenciar su show. Es increible la fuerza que destila el trío formado por una guitarra, un violín y un acordeón. No hay vientos ni percusión y parecen no ser necesarios. Intercalan temas instrumentales con canciones vocalizadas, composiciones propias y covers adaptados al peculiar sonido gitano. Resulta curioso que la banda toque a un volumen menor que el utilizado por el Dj aunque no hay quejas de los músicos más allá de algún pequeño gesto para que el violín suene más fuerte. No obstante, por momentos el murmullo del público tapaba la performance del grupo.
Finalizada la presentación en vivo, los parlantes vuelven a tomar temperatura y el volumen asciende. Mis compañeros deciden irse y los sigo no muy convencido porque la fiesta parece estar a punto caramelo. Pero quedarse solo no es una buena opción: saludé a algunos asistentes pero con ninguno puedo acoplarme así que ni siquiera me lo planteo seriamente. Llegar a la puerta de salida nos lleva varios minutos. Art Decó está repleto de gente que salta, baila, bebe, grita, canta y aplaude. Afuera hay gente pugnado por entrar aunque ya no haya banda en vivo. La Bubamara volverá en un par de meses por Córdoba y me prometo a mi mismo decir presente en esa ocasión.

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