jueves, 18 de junio de 2009

LIBROS QUE NO MUERDEN





Cada uno tiene sus manías a la hora de consumir determinados objetos culturales. Ya sea un disco (esa noción que comienza desvanecerse con el reinado del mp3), una película o un libro, las maneras de acercarse y adentrarse varían con cada persona. Suelen aparecer prácticas y costumbres más o menos ortodoxas que definen nuestra manera de vincularnos con dicho objeto. Antes de trabajar en una librería mis lecturas eran bastante difusas. No tenía un método específico y los libros estaban relegados a un segundo plano, cercanos al ostracismo. Por aquella época no tan lejana, las noticias diarias ocupaban gran parte de mi atención porque en mi visión (bastante maniquea), la actualidad era imprescindible para cualquier periodista real o potencial, profesional o amateur.
Afortunadamente, he enriquecido mi panorama. No me resulta fundamental conocer el hecho policial destacado de la jornada, puedo prescindir del nombre del funcionario de segundo rango que hizo declaraciones explosivas. Descubrí que ciertos datos carecen de interés apenas unos días (cuando no se trata de unas pocas horas) después de tener su horario central o su título destacado en las páginas web de los diarios.
Paralelamente, fui encontrando un placer particular en la lectura de libros. Obligado por las circunstancias (un empleado de librería que no leyó casi nada queda casi siempre en evidencia), fui adentrándome en las secretas maravillas del mundo editorial. Además de comprar con descuentos por ser empleado de la casa, la librería me brinda la oportunidad única de leer con costo cero: saco un ejemplar, lo leo y luego lo devuelvo sin abonar por su uso.
Los párrafos anteriores no debieran confundir. No todo lo que leo es maravilloso, las decepciones están a la orden del día y muchos textos requieren una mínima lectura más allá del interés que puedan provocarme. Uno debe leer mínimamente los artículos de Eñe, Adn y Babelia para intuir aquello que los clientes vieron pero no recuerdan (ni se tomaron el trabajo de anotar); debe saber las temáticas de los novelistas clásicos, de los nuevos en ascenso y tener en cuenta a los marginales con cierto público particular.
En ese marco, sobre todo en las primeras etapas signadas por la falta de experiencia, suele suceder con cierta frecuencia que uno termine llevándose a casa bazofias asombrosas (El conquistador de Andahazi, por ejemplo), títulos sobrevalorados (Yo fui un porno star de Cicco) o sorpresas inesperadas (Rabia de Sergio Bizzio). Pero también ocurre que algunos libros no son leídos en su totalidad. La oferta disponible resulta tan abrumadora que es fácil caer en la tentación de dejar inconclusas ciertas obras que no encajan con el momento y las expectativas de quien lee. En mi caso particular, contrariando mi postura ideológica al respecto, ya tengo una lista al respecto que paso a detallar:

Vivir en los medios-Hernán Zanoni
Lo agarré medio de casualidad en los primeros meses de trabajo en la librería. Se trata de una investigación del periodista y blogger sobre la extraña relación de Maradona y los medios de comunicación. Aunque el tipo me cae bastante mal, se debe reconocer que es un trabajo serio, muy documentado.

La conjura contra América-Philip Roth
El eterno candidato al premio Nobel publicó una ucronía (historia contrafáctica, algo que podría haber ocurrido) en La conjura contra América. Allí recrea su infancia y plantea lo que podría haber ocurrido si el aviador filo nazi Charles Lindberg, candidato republicano, vencía en las elecciones presidenciales al demócrata Roosevelt. El resultado de ese escenario es la persecución de los judíos norteamericanos por pactos con Hitler.

Un chino en bicicleta-Ariel Magnus
Devoré los primeros capítulos en medio de sonoras carcajadas pero luego me desenganché por falta de tiempo para la lectura. Sin haberlo concluido, me arriesgué y se lo regalé a un amigo y se lo recomendé a uno de los hijos del dueño de la librería (el que no comenta habitualmente en este blog). Ambos coincidieron en que la historia se desinfla al final. Magnus se vale de Fosforito (como lo llamó Crónica Tv), el chino que supuestamente incendió una veintena de mueblerías en el gran Buenos Aires, para plantear una historia desopilante, extraña y divertida.

Soldados de Perón-Richard Gillespie
Una obra emblemática sobre Montoneros. El tipo es un británico que vino en los años 70 a la Argentina para realizar su tesis doctoral. Cuando estudiaba en la facultad leí unos cuantos capítulos dentro de la cátedra de Historia Social Argentina. Durante años lo busqué pero siempre me encontré con la misma respuesta: está agotado. Luego conseguí una edición no muy legal y el año pasado lo reeditó Sudamericana.

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