lunes, 24 de mayo de 2010

CALLE DESESPERANZA


El mundo cambió. Nada es como alguna vez fue. O sí. En todo caso, eso ya no es importante. La máxima de Darwin se extiende por todos los parajes como la única regla válida. Sólo sobreviven los más aptos. Un padre y su hijo transitan una carretera norteamericana con sus escasas pertenencias distribuidas en un par de mochilas y un carrito de supermercado. Hambrientos, rotosos, cansados, con frío. A su alrededor sólo nieve, ceniza y árboles muertos. Se dirigen hacia el sur, rumbo a la costa.
En un futuro no muy lejano unos pocos seres humanos sobrevivieron a un cataclismo que dejó tierras baldías y muerte por todo el horizonte y un poco más allá también. La comida escasea, los animales pertenecen a un pasado mitológico y las ciudades fantasmagóricas no cuentan con habitantes ni vida. Las casas fueron saqueadas hace tiempo.
En los párrafos anteriores se puede sintetizar gran parte del argumento sobre el que se asienta
La carretera del norteamericano Cormac McCarthy. Es una obra caracterizada por la desolación y la falta de optimismo. Mientras las provisiones disminuyen y los peligros se hacen inminentes, la tierra inerte va ganando profundidad y se revela como un escollo casi infranqueable para los protagonistas. La amenaza caníbal acompaña el periplo y el miedo sobrevuela de manera constante.
Aún con ese escenario enfrente, cuesta sustraerse del relato. Uno se adentra en un territorio apocalíptico y devastado acompañando a los personajes cuyos nombres ni siquiera conoce. Porque una de las cualidades de esta novela radica en lo que no cuenta, aquello que el lector obtiene por medio de indicios que están sugeridos pero nunca explicitados. Todo es ceniza, oscuridad, frío, locura. En los pocos diálogos entre padre e hijo se van revelando pequeños detalles que dan como resultado un rompecabezas incompleto, opaco, gélido y gris como el panorama que rodea la narración.
Publicado por Mondadori en 2007, acaba de ser reeditado porque en breve se estrena en Argentina la película basada en este libro. Aparentemente los resultados del film no son los previstos según el artículo publicado ayer en Radar.

4 comentarios:

dash dijo...

Uno de los grandes libros que he leído en mi vida.
Qué interpretás del final, está muerto el hijo, o tienen una reconversión religiosa, en ese final "místico"?

Saludos

Facundo Miño dijo...

Para mi el pendejo vive. El final es previsible porque te viene anunciado que va a pasar eso. Incluso me parece que la relación padre-hijo es secundaria, una excusa para narrar ese mundo frío y desvastado..

dash dijo...

Je, esperá a tener un bepi y vas a comprender lo profundo de la relación padre-hijo. El miedo latente en el padre por los peligros del camino está narrado de una manera desgarradora, y el pesimismo y la frustración del padre por el mundo que le deja al hijo, genialmente descripto.

Saludos

Facundo Miño dijo...

No, no, quizás no me expresé bien. la relación es tan profunda que incluso el peligro siempre latente, el frío y el hambre no se vinculan con el padre sino a través del hijo. El tipo ya sabe su destino y está conmovido por el mundo en el que el hijo va a tener que tratar de sobrevivir.Hay un segmento donde le da la razón a la mujer y reconoce que sólo sigue vivo en función de su hijo.
Con secundaria me refería a que lo central para el autor es describir ese escenario post holocausto.