miércoles, 20 de junio de 2007

REY AZÚCAR


Con la disolución de los Cadillacs, Gabriel Fernandez Capello, más conocido como Vicentico se dio el gusto de hacer lo que se le canta, literalmente. Actuó en un par de películas, cantó La vida Loca y Matador con Ricky Martin en los premios en MTV (justamente en Miami,el infierno que Rotman describió con maestría), grabó con Diego Torres y cometió algunos otros excesos.
En medio de todas esas actividades editó tres discos. De menor a mayor, empezó a construir una carrera sólida, plagada de grandes canciones que exceden largamente el terreno del rock y se acercan a la música popular. Hace ya mucho tiempo que abandonó su promesa de querer "morir tocando ska". Y está bien que así sea.
Más allá de sus actitudes de diva, le sobra paño para componer perlas como Basta de llamarme así, Número dos en tu lista o Carnaval toda la vida y versionar con altura clásicos (y no tanto) como Tiburón o Algo contigo.
Probablemente los Cadillacs vuelva reunirse más temprano que tarde. Igualmente, Vicentico puede prescindir del colchón fabuloso porque cuenta con alas propias. No ocurre lo mismo con sus ex compañeros. A excepción de Sergio Rotman (que se bajó del colectivo cadillac antes que nadie) el resto de los LFC no pasa por grandes momentos creativos ni de popularidad.
Ya desde la salida de su primer disco en solitario, el muchacho se mostró dispuesto a dejar de lado la parte experimental que los Cadillacs habían dejado inconclusa con su separación. Todos los esfuerzos puestos al servicio de un artista nacional y popular. De esos multifacéticos que pueden sonar en cualquier radio, sin distinción de AM y FM. Allá por 2002, apenas iniciada su carrera post LFC, declaraba con su habitual soltura:"no soy un gran músico, ni toco bien ningún instrumento. Puedo acompañarme y componer,y creo que puedo armar algunas canciones bonitas que a la gente le recuerden a algo. Lo que busco en general, son melodías que al público le parezca que ya escuchó antes, aunque nunca lo haya hecho"
No resultó casual entonces que la producción de su placa debut haya recaído sobre el experimentado Afo Verde, especialista en tocar el nervio del hit. Aunque el disco sonara un tanto pasteurizado, logró instalar un puñado de temas de larga exposición y alto impacto (Se despierta la ciudad es un buen ejemplo, Vamos es otro).
Las cualidades artísticas son visibles pero su pose un tanto desganada no suma puntos. Sin embargo, parece evidente que le encontró el gustito a su rol de showman mala onda e indolente. Y lo explota con creces. Por momentos su antidemagogia abruma hasta parecer simples caprichos de su humor de turno.
Ni siquiera perdió el tiempo en salir a explicar que hacía con Ricky Martin. Si una parte importante del público se pierde ese chiste y lo toma como una afrenta, la situación no le quita el sueño (por decirlo de una manera educada).
La alta exposición mediática siempre trae aparejados adeptos y detractores, no hay manera de evitarlo. En líneas generales, con la única excepción de Los caminos de la vida, Vicentico ha manejado con sabiduría los tiempos de rotación de cada uno de los cortes de difusión de su etapa solista. Suenan frecuentemente y terminan incorporados al inconciente sin pedir permiso al oyente. No suele ser tarea sencilla soportar la presión de salir de una banda ultra popular y mantener el alto perfil basandose en canciones simples, cálidas y profundas a la vez. Parece cada vez más suelto y confiado. Tiene una banda (encabezada por Dani Buira, ex baterista piojo) que le otorga tranquilidad y confianza.
Vuelvan Los Cadillacs
o no (ya empiezan a generarse rumores de una vuelta fabulosa) hay Vicentico para rato. Sólo resta esperar que el personaje hosco y agrio no se imponga a su gran capacidad para componer pequeñas gemas de tres minutos y pico de duración.

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