sábado, 7 de julio de 2007

EL GRAN SEÑOR


Sólo unas breves anotaciones respecto del show gratuito de León Gieco ayer en Córdoba. Muchísima gente (familias, parejas, estudiantes y chicos de todas las edades) en Nueva Córdoba para verlo.
Como parte del festejo de un nuevo aniversario de la fundación de la ciudad, el
enorme León tocó por aproximadamente dos horas. Un playlist colmado de clásicos de todas sus épocas (las ventajas de este tipo de recitales donde no se presentan discos nuevos) y la sensación de estar viendo al tipo más coherente del rock local sin pagar una entrada de precio desmesurado. Combo difícil de conseguir desde hace ya tiempo: artista convocante y coherente, show apto para todo público y clima agradable.
Arrancó con El fantasma de Canterville, suavecito y la gente acompañó apenas, con cierta timidez. Con el paso de sus clásicos fue invitando a los presentes a participar y terminamos todos gritando con fuerza, acomodados pese a la multitud. El sonido estuvo lejos de ser el adecuado (seguramente ayudado por el viento fuerte que se lo "llevaba") pero igualmente los que estábamos en la calle y los que disfrutaban desde cómodos balcones de edificios cercanos pudimos obviar ese inconveniente con un poquito de voluntad.

Mientras lo más cercanos al escenario impulsaban a saltar para diferenciarse de militares, León dijo que esa era un puñal que en la espalda y que seguramente moriríamos gritando aquello (con cierta resignación). En algunas ocasiones presentaba los temas con algunas referencias y en otras simplemente un gracias y tema siguiente. No se privó de hacer referencia al cónclave político en San Luis (Menem, Rodriguez Sáa, Patti, Sobisch, Puerta y siguen las firmas), de pedir carcel a Pinochet y de recordar la utilidad de los luchadores ("somos necesarios"). Le tiró palos a Mestre y agradeció a la Municipalidad (así genéricamente) por tenerlo en cuenta en este festejo. En medio pasaron Bandidos rurales, Los Orozco, El ángel de la bicicleta y una versión a capella, como suele interpretarla últimamente, de Cinco siglos igual (que emociona y pone la piel de gallina), el punto más alto del show.
Al ser horario de siesta, el sol pegaba. Algunos destapaban cerveza, otros encendían un par de fasos y nosotros tomábamos mate. Disfrutable por donde se lo mire o escuche, sin pagar entrada, vimos al señor coherencia (ese que hace añares consideró que musicalmente se repetía y decidió que la parte instrumental la haga su amigo Luis Gurevich para no aburrir ni aburrise), al que no arría sus banderas ni renuncia a sus ideales. Al tipo que jamás se agacha, aunque le convenga. Ese que muchas veces puso en palabras lo que hubieramos querido decir aunque no supiéramos como hasta que él lo hizo. Y sin pagar un centavo (al menos directamente). Casi un lujo.
Seguro que podemos disentir con la exclusión del tema Un minuto por pedido de padres de las víctimas de Cromagnón, pero el argumento de no causar más dolor (insisto en mi disenso) tiene cierta validez y como tal es respetable. Un auténtico señor. Ayer, hoy y mañana también.

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