martes, 4 de septiembre de 2007

JAMAICA. RITMO EN LA PANADERÍA


Por Fermin Muguruza
En Jamaica la música es una celebración, tiene mucho que ver con el concepto de músico como griot, que es la figura africana que transmite un bagaje cultural ancestral. Cuando fui a grabar noté que los músicos son figuras muy respetadas. No sólo en los directos, sino también en las grabaciones. En Europa van al estudio los músicos que tienen que grabar, en Jamaica aparece por allí el cocinero y la madre de un músico que ha ido a ver qué hace ese cantante que ha venido de lejos y que habla una lengua tan extraña. En el gueto hay pintadas con la frase de Bob Marley: “Liberaremos al hombre a través de la música”. La música es un elemento curativo, de emancipación, de autoestima. Les enorgullece que en las listas británicas siempre haya alguna canción con toque jamaicano.

La música jamaicana comienza a tomar su personalidad con el afterbeat, que es cuando en vez de golpear en la negra se golpea el contratiempo de la síncopa. En el fondo, es la misma idea de las palmas del gospel. La radio es muy importante, pero lo que manda son los DJ y los soundsystems. Cuando yo estuve pegaba mucho el tema "Confessions". El formato más popular no son los álbumes, sino los riddims, que llevan el mismo tema grabado quince veces con distintos cantantes y el último corte libre para que cante quien quiera. Esos CD no se venden, se pasan a las radios, sobre todo a una muy importante que se llama Irie FM. Los riddims son la forma de introducir nuevos cantantes, porque el mismo éxito lo canta alguien famoso y alguien nuevo. La gente no dice “me gusta la canción ‘Confessions’”, sino “me gusta el riddim ‘Confessions’”. Más que discográficas, funcionan las escuderías musicales de los productores. El público en general no compra discos, hay música por todas partes. Si estuviéramos ahora mismo en Kingston, en esta terraza de Lavapiés habría unas cajas de madera y sobre ellas un soundsytem. Y en el bar de enfrente habría otro. En los veinticinco metros cuadrados del estudio donde grabé había tres. En Jamaica hay soundsystems en los autobuses y en las recepciones de los hoteles. Hasta en las panaderías. Hay un canal de televisión sólo de música y otro sólo de dancehall, que es donde se anuncia el Pasa Pasa, una fiesta que se celebra en Kingston todos los martes y que dura desde las once de la noche a las seis de la mañana. Tiene lugar en una calle de medio kilómetro y cada puesto ambulante (de bebida o de salchichas) tiene su soundsystem. La entrada es gratuita. En nuestro hotel te despertabas a las tres de la mañana y siempre escuchabas reggae a todo volumen. La música nunca es motivo de queja. Pegaba muy fuerte "Welcome to Jamrock" de Damian Marley, con su sampler de "Ine Kamoze". La canción es una denuncia de cómo el país ha pasado del látigo esclavista al látigo del Fondo Monteario Internacional o la Organización Mundial del Comercio. El disco es buenísimo.

¿Homofobia en Jamaica? Es cierto que hay una corriente en el dancehall que es una especie de movimiento religioso cuyos miembros se hacen llamar bobo dreads. Llevan turbante, hablan de la supremacía negra y son antihomosexuales Por ejemplo Sizzla, que también es antijudío, curiosamente hace una versión de "Subterranean Homesick Blues" en un tributo jamaicano a Bob Dylan. Esencialmente es un provocador: en una de las últimas ediciones del festival Reggae Sunsplash soltó "hay que quemar a todos los blancos que están en el backstage" . Sunsplash es un festival para blancos. Sizzla rompió un pacto que habían hecho los promotores franceses con movimientos sociales de gays y lesbianas para que los artistas no cantaran letras homófobas en ese país. Pero, cuidado, en Jamaica también se usa la palabra “maricón” como aquí, en plan inofensivo. Dr Decker tienen una canción contra la llamada "mafia rosa" porque, según dice, compraron una playa en Jamaica y la hicieron privada. A los jamaicanos les molesta que haya zonas valladas para turistas donde no pueden entrar. Pero, vamos, yo prefiero el conscious reggae de gente como Luciano. Me gustan mucho otros artistas, como Turbulence, que no tienen letras homófobas. En todo caso, en Occidente tenemos a Eminem, que ataca a los homosexuales y parece que todo se le perdona por tocar con Elton John.

Durante mi estancia en Jamaica fui a tres conciertos. Lo que más me gustó fue ver a Gregory Isaacs. Era para celebrar un aniversario de Dennis Brown. Tocan ocho horas con dos baterías, dos teclistas y dos guitarristas. Los músicos se van turnando para poder aguantar. Llega un momento en el que entras en trance. Fue curioso estar en una sala de 1.500 personas donde el único blanco era yo. También fui a un concierto de Bunny Wailer donde asistió el primer ministro de aquella época (ahora está una mujer del PNP). En un momento dado, tocaron "Legalise it" de Peter Tosh. Bunny fue reteniendo los compases, decelarando el ritmo y le montó una bronca tremenda al ministro, diciendo que la ganja era una cosa natural, jamaicana, hecha por Dios. Incluso le llamó traficante y le acusó de venderla a EE UU. Pero el Primer Ministro aguantó el tipo. Ese día, en un descanso, pusieron "Sattamassagana", de los Abyssinians, que es una especie de himno rastafari. El título es una palabra etíope que significa "agradezcamos la vida" y que The Clash usaron en su canción "Jimmy Jazz". Hasta esa noche no me enteré del todo de lo que significaba.

Encontré este interesante artículo de Fermín Muguruza publicado en la revista española La Dinamo.

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