jueves, 31 de julio de 2008

UN DÍA DE FURIA


La valla policial se ubicaba justo donde termina la librería en la que trabajo, dentro de una galería a cielo abierto, a escasos 20 metros de la calle, muy cerca de la Legislatura donde horas más tarde se votaría la ley que modifica el sistema regulatorio de jubilaciones provinciales. El jefe del operativo había dado las indicaciones el día anterior cuando el casco céntrico amaneció sitiado y los vallados controlados por la policía abundaban aunque todavía se permitía la libre circulación.
Desde temprano se preveían incidentes y choques. No había visto las noticias el día anterior ni leído el diario pero era el comentario generalizado en la calle antes de que la movilización avanzara sobre la calle General Paz. Todos estaban avisados y el miércoles pasado había sido un ensayo previo. Las bombas retumbaban mucho antes de la llegada de los gremios.

Antes del mediodía se confirmaron los presagios. Arrancaron los piedrazos, las bombas de estruendo y los botellazos. Dudo que vuelva a tener oportunidad de observar en vivo y en directo, desde unos de los ojos del huracán, el combate. Confieso que me asusté un poco: las explosiones sucedían a escasos metros de la librería, no podíamos salir y la magnitud de ladrillos y tuercas arrojados no auguraban un desenlace alentador. La cana respondió con balas de goma al bulto. Alguien indicaba disparar al aire pero las armas apuntaban a nivel medio, tiraban a pegar. Poco después crujió el vidrio. Rubén se mantenía con una calma envidiable frente la puerta de calle, no le preocupaban los vidrios y se esforzaba por ver la acción desde muy cerca. De pronto, la zona se convirtió en una de las atracciones
estelares por el combate. Los canales locales y nacionales de televisión mostraban lo ocurrido. El teléfono comenzó a sonar insistentemente y ya no se detendría. En cierto momento recordé mis épocas de callcenter por la cantidad de llamados atendidos: familiares, amigos y clientes llamaban para conocer de primera mano lo que sucedía.
Cuando el foco del conflicto se trasladó a la plaza San Martín (donde prendieron fuego hasta los árboles), salimos a evaluar los daños. La sacamos baratísima. La zona contigua a la galería no tuvo tanta suerte. Cascotes, vidrieras rotas, aerosol en las cortinas metálicas e incluso un intento de incendio rápidamente abortado. Desde la radio se informaba que la trifulca seguía su curso. Los legisladores continuaban deliberando a una cuadra sin tomar en cuenta lo que sucedía afuera.

La ley va a ser aprobada porque cuentan con los votos necesarios para hacerlo y aquí no hay Cletos o Felipes que puedan tumbar el proyecto oficialista. Finalmente la violencia decae. Aunque los gremios se reagrupen a la siesta otra vez en la esquina próxima a la librería no se producen mayores incidentes. Nadie está tranquilo porque las bombas de estruendo continúan pese a que son lanzadas al aire y no están destinadas a la policía ni a los locales. Pasadas las 18 me voy a casa. Camino unas cuantas cuadras, paso por la sede del gremio Luz y Fuerza y todo parece estar tranquilo. Hasta aquí llegó mi atención. Prendo el reproductor de mp3 y comienza a sonar el grupo de reggae ska instrumental Sessiones y su exquisito disco Nocturnece. Algo de normalidad aparece con el fin de la tarde.

Apostillas:

  1. Apenas terminaron de caer los últimos proyectiles y estamos tratando de reparar la vidriera cuando llega un pibe sonriente, ajeno a todo lo sucedido, que viene a comprar la revista La piedra en el zapato. Paga y se va dejando una sensación de que todo le resbala.
  2. Una mujer discute airadamente frente al vallado y exige le liberen el paso. Uno de los policías le contesta que es imposible porque hay un candado y orden expresa de no dejar pasar a nadie. Como la discusión continúa, interviene otro policía que sugiere no darle pelota a la mujer. Esta reacciona: "Culiados" les grita mientras se va. "Dame tu teléfono", contesta de manera socarrona un cana mientras el resto festeja la humorada.
  3. Más tarde una de las manifestantes se acerca al vallado e intenta convencer a la policía que la ley que están por aprobar y ellos se encargan de defender los afectará también porque son empleados de la Provincia. Rápido de reflejos uno de ellos responde que la plata le sobra.
  4. "Me compadezco de usted por la democracia y por los negros" le dijo alguien que pasaba a Rubén hoy por la mañana. No fue el único. Ayer apareció un tipo que afirmaba sin ningún problema que tenían que volver los militares para que esto no pase.

4 comentarios:

Facundo Miño dijo...

Para quienes no conozcan la zona, la foto corresponde a la galería donde se encuentra Rubén Libros, el lugar donde trabajo.Donde terminan las mesas y sillas del bar comienza la librería. Casi entre sombras puede verse la valla policial. No se alcanza a ver las maderas con balazos de goma, los bodoques gigantes ni el arsenal de tuercas y tornillos.

Adrian Andina dijo...

Facu, muy buena su crónica. Igual todo lo sucedido me deja un gusto raro... Tipo lo del campo. Por un lado SI, cualquier recorte a los jubilados es jodido, pero por fin una medida que empieza por los que mas tienen (?5000¿). Y justamente NO se que empleado se jubila con más de 5000 mangos, bahhhh... Y todo sigue igual, todo sigue igual de bien.

Facundo Miño dijo...

Lo que sucede es que el recorte actual es para los jubilados que ganan más de 5000 pesos (aunque no lo creas son unos cuantos) pero además se modifica el régimen jubilatorio para los que todavía están en actividad y allí se pierden unas cuantas conquistas sindicales. Según lo que tengo entendido, hasta antes de esta ley se tomaba el salario del último año de trabajo efectivo para calcular el monto de la jubilación; a partir de ahora se promedian los últimos 4 años. La ley además hace la salvedad que si con el recorte a los que ganan más de 5000 no alcanza para mantener la caja, se estira hacia abajo los afectados por ese recorte.
De cualquier manera todo lo que pasó fue muy raro. La mayoría de los que hacía destrozos eran pibes de 18 años o menos que difícilmente estén combatiensdo por aportes que todavía no empezaron a hacer.
Abrazo

Anónimo dijo...

"Algo jodido se siente en el ambiente" me dijo Yeni esa mañana cuando la protesta tomaba forma en la movilización de los gremios. La frase suena de lo más usual en estos momentos pero el tono estuvo inundado de decepción. Por eso para mi, tu relato viene a ser el resumen de lo que anticipó quien siente que estos cuentos no acaban más.
Muy buena crónica Facu.