domingo, 12 de octubre de 2008

FIEBRE DE COLOR


"Me enamoré del fútbol tal como más adelante me iba a enamorar de las mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar en el dolor y en los sobresaltos que la experiencia traería consigo". Así comienza Fiebre en las gradas, el notable libro de Nick Hornby sobre su vida alrededor del fútbol.
Construido a la manera de diario de un hincha, el autor utiliza cada partido presenciado o recordado para construir una marea de anécdotas, recuerdos, visiones y
teorías sobre el juego-deporte-espectáculo más hermoso del mundo. "Te interese o no el fútbol, se te saltarán las lágrimas de tanto reir y querrás leer fragmentos en voz alta a completos desconocidos" aseguraba el crítico Nicholas Lezard en la revista GQ para referirse al libro. Yo dejé de leerlo en los pocos colectivos que tomaba porque no podía dejar de estallar en carcajadas a cada rato.
La sonrisa que provoca Hornby no debería confundir. Sus ocurrencias y obsesiones esconden tras la liviandad de los enunciados una visión mucho más compleja de lo que se puede percibir en primera instancia. Allí se encuentra el gran mérito de este autor británico: puede hablar de música, de televisión, de libros o de fútbol de manera accesible sin perder profundidad. En Fiebre en las gradas hay cierta cosmovisón respecto del juego fútbol aunque sus mayores descripciones corresponden al hincha. El tipo es un fanático del Arsenal inglés pero puede elaborar ideas de carácter global que escapan a la visión habitual de quien toma partido por su club únicamente.
Así, Hornby lanza argumentos como: "
Puede que sea absurdo, pero aún no me he animado a decir que el fútbol es un deporte maravilloso y por supuesto que lo es. Los goles tienen el valor de lo raro, sin punto de comparación por ejemplo con las canastas en baloncesto, las carreras en béisbol, los sets en tenis (...) me encanta que el mejor equipo no siempre sea el que gana", sostiene.
La cantidad de párrafos memorables es impresionante y cuesta mucho no ponerse a citar páginas enteras sin desperdicio. "
El deporte y la vida, sobre todo la vida en el arte, no son exactamente análogos. Una de las grandezas del deporte es su cruel claridad: no existe, por ejemplo, un mal corredor de los cien metros lisos, ni un lamentable defensa cental con una suerte tremenda. (...) En cambio, hay infinidad de malos actores, malos músicos o malos escritores que sin embargo se ganan la vida decentemente: son gente que sabe estar en el momento adecuado y a la hora adecuada, gente cuyo talento ha sido sobrevalorado".
Hay espacio para una profunda crítica a los dirigentes deportivos que sólo privilegian las cuestiones económicas por sobre las deportivas como así también lamentos por los terribles sucesos durante el reinado de los hooligans en el fútbol inglés (las tragedias de Hillsborough y de Heysel, con muchísimos muertos, son ejemplos descriptos en el libro). La autocrítica por ser parte del problema, al omitir y no repudiar ciertos actos que, en alguna medida, se instalaron en las hinchadas y contribuyeron en los trágicos hechos parece sincera. Las culpas no se quedan en sólo algunos de los involucrados en el asunto e intentan explicar la situación desde diferentes ángulos.
El libro, sin quererlo quizás, es una soberana desmentida a los periodistas y comunicadores argentinos que suelen poner el ejemplo inglés para erradicar la violencia. Hornby explica que gran parte del problema fue solucionado con un terrible incremento de precios en las entradas. Así, el acceso a las canchas se hizo casi imposible para la clase trabajadora británica. La solución de los dirigentes ingleses, tan festejada en nuestro país, consistió en hacer que la concurrencia a los estadios fuera una actividad de élite, nada menos. Aquí, el único que sugirió esa razón para entender mínimamente lo ocurrido en la isla fue el Ruso Verea.
Sobre Fiebre en la gradas se han dicho y escrito muchísimas cosas. No soy un lector empedernido de la literatura de la pelota y, por tanto, no puedo asegurar que se trate del mejor libro sobre el tema. En cambio, puedo aseverar que se trata de una obra magnífica y aboslutamente disfrutable sobre el fútbol desde la óptica del hincha de fútbol, aquél que le da sentido a la práctica profesional. Un retrato brillante de lo que siginifica sufrir por una camiseta desde un lado irracional.

Bonus track: Quintin escribió hace unos meses en Perfil sobre la reedición de Fiebre en las gradas. Además, en el blog Mas manuti aparece una reseña escrita por alguien que no disfruta del fútbol.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Anoche entré al blog y no quise leer este post porque sabía que me iba a morir de envidia. Dicho y hecho.
¿Cuánto está el libro éste? Caro, supongo.
Abrazos.

Anónimo dijo...

Cierto, no disfruto del fútbol, creo que nunca he visto un partido completo, y aún así el libro me gustó y hasta me hizo replantearme por qué me he perdido una cosa tan importante como la pasión por el fútbol o los deportes en general.

Facundo Miño dijo...

Está usted equivocado amigo Cadorna. Una ganga de $87 según mi última consulta. Pero se puede conseguir uno que se llama "Como ser buenos" por bastante menos. Creo que $35 valía. Lo compré con dewscuento para empleado pero todavía no lo abrí.
Hornby es tan apasionado por la música y el fútbol que contagia más allá de no compartir sus gustos. Leí 31 canciones, una especie de ensayo sobre la música pop que tanto le gusta, y me quedé admirado de la manera en que logra atraer: de todos los temas mencionados en el texto (varios cientos más que lo que indica el título) conocía algunos pocos y no pude dejar de leerlo hasta el final. Yo, por el contrario, no imagino la vida sin fútbol.
Próximas reseñas bibliográficas: España decí alpiste de Hernan Casciari; Los culpables de Juan Villoro, Vidas perfectas de Crl Castelo y Hablando con el Diablo de Ricardo Orizio.

Facundo Miño dijo...

Esta pc (que no es la mía) se empecina en borrarme letras que escribí. Aunque parezca premeditado, se trata de un inconveniente cibernético que me supera.

Anónimo dijo...

$87 es muy caro!

Facundo Miño dijo...

Muuy caro. Incluiso para mi bolsillo que tiene cierto descuento como empleado. Fijate si alguien lo tiene para pedirlo prestado.

Federico Anzardi dijo...

Lo tenés vos, je.

Facundo Miño dijo...

Ojalá lo tuviera. Pero incluso así me costaría prestarlo.