domingo, 7 de diciembre de 2008

BULLICIO REFRESCANTE


Viernes por la noche en Casa Babylon. Los locales 250 Centavos llevan adelante un set desprolijo pero entusiasta a puro ska punk. Tienen algo de público propio que canta sus temas y poguea en fraternidad mientras festeja la actuación de la banda en actividad más emblemática del punk cordobés. Desde arriba se agita, se arenga y se agradece la respuesta de sus seguidores y los aplausos de los que observan mientras esperan el plato fuerte de la noche.
En lo que va de 2008, Karamelo Santo tuvo una única visita a la ciudad de Córdoba (un recital gratuito en conmemoración del 24 de marzo de 1976) y un show suspendido por problemas personales de algunos integrantes de la banda. La expectativa entonces crece porque el año anterior no llegaron hasta aquí, un lugar que los suele recibir con bastante frecuencia. Sin embargo, la planta alta del salón del Abasto no se encuentra habilitada y la planta baja alberga gente pero está lejos de completarse. Probablemente la idea de programar espectáculos en los primeros días del mes asegura mayores posibilidades de éxito pero si todos los productores y antros organizan fechas se quitan público entre sí y el éxito se vuelve esquivo para la mayoría. Acodado en la barra, con camiseta de la selección nacional y el nombre de Tévez en la espalda, anda Hugo Lobo, el líder de Dancing Mood y trompetista invitado de la gira de los Cadillacs que serán los únicos verdaderamente convocantes del fin de semana.
Karamelo Santo salió a llevarse todo por delante sin preocuparse por la cantidad de asistentes. Es una constante de sus presentaciones, sus shows más pequeños en cuanto a convocatoria han resultado los más disfrutables en sí mismos. El sonido arrancó bastante por debajo de lo adecuado, con acoples y las voces muy tapadas por la música. Pero gradualmente fue mejorando hasta llegar a un nivel óptimo. Los mendocinos hicieron lo que mejor saben hacer: tocar canciones propias y ajenas que abrevan en el reggae, ska, cumbia y ritmos latinos, adobados con guitarras fuertes y vientos al tono. Pasearon por toda su discografía y ofrecieron un show muy contundente.
Aunque en sus discos parecen retomar cierto aire punkie de los comienzos a la vez que se diluyen los elementos provincianos tan característicos, sus presentaciones en vivo dejan de lado estos matices y refuerzan su lado telúrico. Las interpretaciones de
El alcatraz (donde la impronta folclórica se percibe más allá de su adaptación rocker) y La piedra en el agua así lo atestiguan. Incluso su versión del clásico de Marley So much trouble en ritmo de cumbia destaca por su perfecta amalgama de arreglos reggae en medio de una base que bien podría pertenecer a Damas Gratis. Allí aparece uno de los mayores méritos de Karamelo Santo porque sus lecturas con tonada y sabor local de clásicos indiscutibles (Wonderfull world es otro ejemplo válido) lejos de faltarles el respeto, los recrea de manera armoniosa para mostrar su universalidad. Afortunadamente las composiciones propias hace rato que igualaron el nivel de los covers que tocan. Ese himno a la perseverancia que se llama La lava y ese grito contra la discriminación denominado Hitler en la radio pueden certificarlo como antes lo hicieran Barajas o Recuerdo tu futuro hoy.
El cierre quedó con No tan distintos, la canción de Sumo, en versión ska ultraveloz. Lo único que faltó en la noche fue un marco de público mayor. Aunque, cada tanto, resulte refrescante poder observar a Karamelo desde la comodidad absoluta. Si hasta el dueño de Casa Babylon (fan confeso del grupo) charlaba con el público sobre las bondades escénicas de los mendocinos, una postal por demás extraña cuando los asistentes desbordan el reducto.

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