viernes, 13 de noviembre de 2009

MIENTRAS LOS DÍAS PASAN


Madrugar, marcar, anotar. Llamar, preguntar, coordinar. Ver, mirar, elegir. Calcular, imaginar, decidir. Acordar, planificar, mudarse. En esos 15 verbos se puede resumir gran parte de mi vida durante el último mes. Los días comienzan más temprano y finalizan más tarde. El cansancio es moneda corriente. Te acostumbrás a levantarte cansado. Despertás y el cuerpo te pesa. Uno se olvida de almorzar y, a veces, de cenar. La alimentación se oculta en un discreto y necesario rol anexo, secundario, intrascendente.
Los temas de conversación se modifican. En lugar de hablar sobre discos, bandas, libros (tus temas predilectos), las charlas abarcan nuevos horizontes tan entretenidos como pisos alfombrados, espacios luminosos y expensas. Los fines de semana representan apenas un espacio de tiempo muerto en medio de tu actividad laboral porque ni tu cuerpo ni tu cerebro se enteran.
Te aprendés un speech para largar sobre el interlocutor de turno y conocer los datos relevantes. ¿Cuánto tiene de impuestos? ¿Sabe cuánto hay de expensas? ¿Me diría el monto para el segundo año? ¿A qué hora se lo puede ver? ¿Qué garantías están pidiendo? Mirás un montón de departamentos. Observás 12 diferentes en una tarde. Ves pocilgas monstruosas, lugares inhabitables (casi que te compadecés del empleado que tiene que vender ese espacio mugroso y sobrevalorado) y algunos pocos aceptables. Te enamorás de un departamento que está fuera de tu alcance. En cierto punto comenzás a confundirte. Le agregás ventanas a un dormitorio o lo recordás con características que no tenía.
Un día, supuestamente glorioso, se firma el contrato. Te dan las llaves. Movés todos los bártulos acumulados con el tiempo. ¿Te instalás? Tu nueva morada no tiene luz ni gas. Dormís como invitado en casas ajenas porque los 40 grados no se soportan sin ventilador. Hacés los trámites correspondientes. Te habilitan los servicios. El calefón no prende, el inodoro está averiado y la bacha de la cocina pierde. Las cajas se amontonan en todos los ambientes y para pasar de uno a otro te especializás en saltos ornamentales.
Aunque casi no lo recuerdes, tenías una vida afectiva y social.
La laboral no la perdiste aunque hace rato que te manejás con piloto automático. Tenés suerte: mucha gente te aprecia y, además de disculparte por tu lamentable estado, te dio una mano invalorable en todo este tiempo. En medio, sin explicarte del todo cómo fue posible, te las arreglaste para cumplir con un curso de periodismo. Lo disfrutaste y padeciste en proporciones similares incluso pese a que tu pequeño mundo de rutinas se deshacía en mil pedazos. Ayer, por fin, todo lo descripto anteriormente quedó atrás. Pasé de pantalla y sobreviví. Volví a dormir con una dosis de tranquilidad que creía imposible. Lo que viene sólo puede mejorar.

3 comentarios:

Belen dijo...

ehhhh!!!! no estaras mas exagerado que de costumbre, vos?? Espero que sea un gran hogar, aunque por su gran corazon eso esta garantizado.

Boots dijo...

Groso, groso, groso... como te entiendo, yo ya lo padeci un poco antes que vos. No hay nada como la sensacion de estar instalado y que toda la marea esa, ya es solo un vestigio, una anecdota en el tiempo como vos bien me dijiste en aquel entonces. Que sea con exitos compañero!

Facundo Miño dijo...

Sí, puede que esté un poco exagerado pero así fue como lo viví. Y cuando llevás casi un mes desperatandote de madrugada y te levantás molido a palos, puede suceder que tengas una perspectiva sesgada.
No sé si es un gran hogar pero seguro es más luminoso y ventilado que el anterior.
Cada vez que llego al depto me acuerdo de cuando te dije que después te olvidás de esto y sólo queda la anécdota. Espero poc ansias la llegada de ese día.