(Publicado en Recis!)
En la noche del jueves se llevó a cabo la segunda jornada del ciclo Disco es Cultura en el Teatro Real, con el patrocinio de la Secretaría de Cultura de la provincia de Córdoba. La iniciativa, en principio, es beneficiosa para los músicos porque se ahorran buena parte de los gastos operativos que se necesitan para organizar un recital de estas características. Además, les queda un porcentaje importante de la recaudación. En ese marco, las condiciones parecen sumamente auspiciosas. Una vez al mes habrá sonidos locales en el cómodo escenario céntrico de la ciudad.
Tocar en un teatro en el que el público se encuentra sentado no necesariamente implica brindar shows fríos. Para superar el escollo que significan las butacas y la distancia con la gente se requiere imaginación, audacia, voluntad. Obviamente no todos los grupos están preparados para lograrlo. La segunda fecha del ciclo era atractiva en ese sentido: La Madre del Borrego y La Pata de la Tuerta unían fuerzas para presentar sus respectivos discos.
La primera abrió la velada con un rock fusión versátil que no se priva de coquetear con el tango o el folclore, acercarse a los ritmos jamaiquinos ni descartar pinceladas latinas. El guitarrista y frontman Ignacio Serfaty comparte voces con Leo Ricciardino (trompeta y acordeón) según el perfil de cada canción. Alternaron presencia de vientos y percusión, presentaron nuevos integrantes y cosecharon muchos aplausos.
La lista de temas se centró en su reciente cd Sacudiendo gritos (entre los que se destacaron El fabuloso grandote, Penas de sol y Grito nacional) y otros más viejos como Dale! o Chacamelia. La supuesta frialdad de los teatros fue reconocida por Serfaty aunque La Madre del Borrego mostró garra suficiente como para arengar y levantar al público. Con letras bien resueltas logran escaparle a los lugares comunes y muestran un interesante nivel compositivo.
Entre sus invitados destacó la presencia de Titi Rivarola, referente de la escena local y productor del disco, para la folclórica Plegarias. Sobre el cierre tocaron Bailando en la Colón, acompañados por la murga El Caprichoso Rejunte que tomó por asalto el escenario.
Justamente con ese espectáculo todavía bailando, los músicos de La Pata de la Tuerta comenzaron su presentación en el pasillo que divide en dos la sala del Teatro. No hubo esperas. Al ritmo de vientos y percusiones varias, con decisión y agite, los músicos generaron un bullicio muy apropiado para arrancar su set. Mientras la murga iba dejando las tablas los músicos comenzaron a acomodarse en sus puestos.
La Pata de la Tuerta es una banda atípica por dónde se la observe. Además de vestuario, invitados y espíritu lúdico, cuentan con un presentador (habituales en la escena cuarterera) que anuncia cada tema y su correspondiente cantante. El reparto de voces y protagonismo entre gran parte de sus integrantes es otra característica peculiar.
En lo estrictamente musical la cumbia es la reina dominante. Pero su corona tambalea con el acercamiento al ska o al cuarteto. De todas formas, ninguno de estos géneros es abordado en su estado más puro porque los deforman hasta alcanzar un nivel extraño en el que el oyente reconoce el ritmo original pero también se da cuenta de la mutación resultante. Los vientos aportan un rasgo distintivo: pueden ser opresivos (Oda a los enamorados), climáticos (Cumbia pasajera), alegres (Muñeca).
El tramo final de su presentación tuvo las dosis de caos y frenesí que se necesita para cerrar un show. Tras su clásico Mujer policía hicieron una versión electrónica de Que tal Pascual (viejo tema que cantaba La Mona Jiménez) para cerrar con Corbata, otro himno de su autoría. Con las luces prendidas, y molestos porque el personal del teatro no permitía que los concurrentes bailaran, los músicos volvieron a desfilar por el pasillo donde habían comenzado para trasladar su fiesta monstruo a la calle. Allí seguiría el festejo.
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