COP KILLER
Ambientada en Inglaterra durante el mundial de 1966, Canciones de sangre funciona en un plano paralelo al propuesto por Jake Arnott en su novela anterior Delitos a largo plazo. Con personajes en común (el omnipresente Harry Starks de aquella aquí es apenas un personaje secundario), la ciudad de Londres como escenario y una trama más compleja de corrupción policial y crímenes brutales, la novela es tan adictiva como su predecesora.
Tres policías aparecen muertos en un enfrentamiento con delincuentes de poca monta. Entre los fallecidos se encuetra Dave Thomas (detective honrado e incorrputible), hasta poco tiempo atrás dedicado a operaciones relacionadas con estafadores, prostitutas y ladronzuelos del West End londinense. Su inclusión en el contingente muerto está vinculada a la sugerencia que su compañero (el no tan honesto y bastante más ambicioso Frank Taylor) hizo a sus superiores, convencido de que Thomas complicaría su ascenso dentro de la estructura policial.
A Frank lo atormenta un sentimiento de culpabilidad porque fue su acción la que llevó a su colega al lugar de los hechos. Y harás las gestiones necesarias para formar parte de la comisión investigadora del caso.
Al periodista Tony Meehan el crimen le parece la puerta de ingreso a las grandes ligas de la información, la chance concreta de abandonar empleos de medio tiempo para dedicarse a la actividad que realmente importa. El fin de artículos menores y la construcción de una carrera periodística en la que los escrúpulos y la verdad no son valores supremos.
Al autor material de los asesinatos, Billy Porter, las muertes lo toman por sorpresa. Pero no por ello carece de decisión al apretar el gatillo. El caso es apenas un peldaño de su escalada de delitos que cometió a lo largo de su vida aunque el tratarse de policías lo obligará a iniciar una huida que será eterna.
Canciones de sangre avanza aparentemente en diferentes direcciones. Justamente, uno de los atractivos de esta segunda parte de la trilogía (que pueden leerse por separado sin mayores problemas porque el lector sólo se pierde unos pocos guiños) radica en las especulaciones que la trama va disparando: los recorridos divergentes de cada uno de los protagonistas finalmente confluyen de modo vertiginoso, en consonacia con la velocidad del relato.
En un ambiente dominado por corruptelas institucionalizadas y violencia abundante, los personajes transitan por la ciudad de Londres mientras se desdibujan los límites entre buenos y malos: las bajezas y canalladas, las traiciones y los actos semiheróicos no excluyen a protagonistas y segundones. Cada uno, a su manera, es villano o mártir. Todo depende de la situación en la que los hechos se producen.
Arnott vuelve a exponer su visión nada idílica de los dorados sesenta en Gran Bretaña. Su recreación de aquella época desde la óptica gangster-policial (y aquí los límites entre ambos se borronean más todavía) es tan verosímil que asusta y atrae con similar intensidad. Sólo resta esperar la tercera entrega que se titulará Crímenes de película.
Bonus track: el diario Perfil entrevistó al autor británico por la primera novela. De todos modos, sus palabras valen igual para graficar parte de los ejes que sirven de estructura para Canciones de sangre.
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