jueves, 14 de abril de 2011

PALADARES NEGROS

(Publicado en Recis!)

De golpe la ciudad de Córdoba tiene shows internacionales casi todas las semanas. De golpe, algunos de ellos tienen precios accesibles y otros directamente son gratuitos. Una suerte de fantasía hecha realidad.
Entre martes y miércoles, Casa Babylon y Estación Tierra pusieron en marcha el Festival Músicas del Mundo como excusa para empezar los festejos del décimo aniversario del local del Abasto. La grilla estaba compuesta por bandas extranjeras y locales, con entradas gratis en días poco habituales para recitales bajo el denominador común del mestizaje sonoro.


PRIMER PLATO
En la primera fecha The Soundclash Army dio el puntapié inicial, tras un prolongado letargo fuera de las carteleras cordobesas. Formada fundamentalmente por músicos de otras bandas que se juntan para despuntar el vicio, la base de bajo y batería marca el rumbo mientras el resto improvisa sobre la marcha. Electro-dub colgado y furioso que no invita a bailar pero sí requiere atención. Ninguno de los integrantes habló con el público y confiaron en su música como única comunicación.
Lo de Los Cocineros transita por otro carril. A diferencia de sus antecesores, lo suyo es bastante más hablado. Mara Santucho conversó e interactuó bastante con los presentes pese a brindar un show sintético que tuvo paradas en Remolinos, Rumba de los costureros, El tornado y sus clásicos Fumando espero y Ranchera del té. Cuentan con la adhesión del público local y ese apoyo se nota en cada recital que la banda brinda.

El final de la primera velada estuvo a cargo de Chicha Libre, combo multiétnico que lidera un francés residente en Nueva York. Con bufanda roja y sombrero, Olivier Conan canta en su idioma natal y en un castellano bastante rudimentario mientras toca una pequeña guitarra. Lo acompaña una formación de contrabajo, acordeón, guitarra, percusión y timbales. Ellos definen su música como "Psychedelic Surf Cumbias from the Amazon". Este cronista se anima a postular como cumbia narcótica bajo relectura gringa aquel eslogan marketinero. Sonidos envolventes y climáticos con vocación vintage y mucha clase a la hora de tocar caracterizan a Chicha Libre. The hungry song, Primavera en la selva y Popcorn andino sirven de ejemplo.
Con un músico local especulábamos sobre la felicidad que el grupo transmitía en el escenario. Bastaba ver sus caras de disfrute, en clara sintonía con el público, para marcar una de esas fechas que quedan para el recuerdo de quienes los presenciaron y será lamento para los que se la perdieron. En algún punto, más allá del inflador (sobre el estilo chicha en general, y sobre la banda en particular), resulta curioso que músicos primermundistas hayan revitalizado y explotado un género regional hasta darle visibilidad global. Es su gran triunfo y los tipos (junto a la dama de la timbaleta que se robó varios pasajes del set) lo saben. Están en la América profunda conociendo paisajes novedosos gracias a su propuesta de cumbia y psicodelia.
La frutilla del postre, el bis de los visitantes, marcó un homenaje a los Clash y su gloriosa Guns of Brixton en su peculiar propuesta. Cocina gourmet.

SEGUNDO PLATO
La siguiente jornada, en cambio, tuvo otra búsqueda de sabores, otro colorido. La apertura fue Química Abreu. Cultores de la ironía y practicantes del humor ácido, tocaron Creer es poder, La torre Ángela y Mina Clavero. Cada canción incluía monólogos previos de presentación y momentos de actuación entre sus integrantes. Hasta repartieron praliné entre la audiencia.
La gran sorpresa estaría marcada por la destacada actuación de Juana Fe. Con un explosivo debut en la ciudad, los chilenos sobrepasaron las expectativas de los pocos concurrentes que los conocían. Se puede citar a Mano Negra o Sargento García como referencias aunque los trasandinos cuentan con un bagaje sonoro todavía más amplio. Salsa, cumbia, reggae y distorsión combinados con naturalidad.
Pese a algunos inconvenientes técnicos, Juan Ayala (frontman hiperquinético e histriónico) se comió el escenario ayudado por una formación de guitarra, bajo, teclado, acordeón, batería, percusión y timbales. La banda repasó canciones de sus tres discos editados a la fecha. Con temáticas de denuncia y narraciones de la vida cotidiana en los barrios de Santiago de Chile, se ganaron el apoyo del público. Al fin y al cabo, sus vivencias no son tan diferentes de las nuestras. Ellos lo saben y de esa certeza derivan sus arengas de unión latinoamericana.

Manejaron muy bien los climas de su performance. Arrolladores al comienzo, cumbieros luego, dulzones en el epílogo y divertidos en los bises. Dedicaron La bala "a los músicos que empuñan su guitarra" y Tengo luquita "a los marihuanos de Córdoba"; hicieron un mini show de estatuas vivientes durante Callejero y lograron lo impensado: espontáneamente (sin pedidos desde el escenario) buena parte de la gente se acopló en un trencito danzante durante La makinita. Como único bis tocaron Andrea en una versión particularmente larga que incluyó pasos circenses, coreografía y bailes al por mayor.
El cierre del evento, pasada la medianoche, correría por cuenta de los locales Palo y Mano, un experimentado grupo que sólo incluye elementos de percusión para registrar e interpretar sus composiciones. Allí la merma de público sería evidente, algo lógico si se tiene en cuenta el día laboral que se avecinaba. Los que se quedaron a verlos y los que se iban pudieron disfrutar de un festival sustancioso que mezcló condimentos de diferente origen para conformar un menú satisfactorio para cualquier paladar.

1 comentario:

Diseño web Bogotá dijo...

Me parece una información muy importante y muy valiosa ya que nos permite conocer más sobre este tema.