DÍAS PELIGROSOS
Las antologías literarias funcionan de manera similar a los compilados musicales: arbitrarios por naturaleza, el material incluido provee algunos textos de gran calidad y otros cuyas virtudes resultan menos visibles, o cuanto menos discutibles. En los últimos años, los libros colectivos ganaron espacio merced a su aparición por editoriales importantes a la vez que permitían al lector el descubrimiento de ciertas plumas cuyo acceso al mercado editorial en solitario parecía vedado. Aquí se comentó en su momento la primera entrega de Sudamericana para la narrativa joven con En Celo, cuentos con la temática sexual como elemento aglutinante. En esa misma colección aparecieron después sendas antologías cuyos relatos se articulaban en el policial, el fútbol y la década del 90. Otros sellos editoriales también se sumaron a la tendencia y hoy no es extraño encontrarse con compilaciones de los más variadas y diversas.
En abril Emecé distribuyó Los días que vivimos en peligro. En ese libro, 16 escritores argentinos narran historias ancladas en ciertas fechas claves de la historia argentina reciente desde la restauración de la democracia aunque también aparecen algunas de trascendencia mundial como la caída de las Torres Gemelas, el doping de Maradona en el mundial de 1994 o la guerra de Malvinas (que se produce en el final de la dictadura militar). La intención de los antologadores es “poner a la literatura a leer la vida social y política”. Con un propósito claro, la sensación final tras su lectura arroja una idea despareja en cuanto a sus cualidades globales.
Tres relatos me dejaron una muy buena impresión. Anteúltima cita de Elsa Drucaroff recorre los últimos treinta años de la Argentina en un texto largo que no da respiro para desembocar, casi de casualidad, en el incendio de Cromañón. Las dos vidas de Maxi Kaplan, escrito por el periodista Hernán Iglesias Illa (aquí comenté su notable libro Golden Boys), adquiere una credibilidad notable merced al recurso de la crónica para ubicarse en el 11 de septiembre de 2001. No queda claro si se trata de una historia real o imaginaria y allí reside su gran mérito. Finalmente San Vicentico (firmado por Sol Prieto) se ubica en los incidentes ocurridos en la quinta de San Vicente cuando se procede al traslado del cuerpo de Perón. Sin siquiera mencionar con nombre propio a Madonna Quirós, reconstruye la peregrinación hacia el territorio bonaerense donde el peronismo domina toda la escena desde la óptica de una militante de un partido de izquierda que admira (pero también cuestiona) las prácticas de masas del justicialismo.
En un segundo pelotón, con aciertos interesantes pero menos logrados que los nombrados anteriormente, se puede destacar a Mariana Enríquez y su Los ojos más azules de Texas (doping de Maradona en el mundial de EEUU); la brevedad de Ana Wajszcuk en Elige tu propia aventura para tratar el juicio a las Juntas desde el punto de vista de una niña; Primavera a remolque de Carlos Martín Eguía ambientado en el copamiento de La Tablada; y finalmente El título de Federico Jeanmaire que coloca la acción en los tormentosos 19 y 20 de diciembre de 2001.
¿El resto? Los cuentos restantes se ocupan del atentado a la AMIA, las explosiones en Río Tercero, el levantamiento de Seineldín, los saqueos que desembocan en la renuncia de Alfonsín, los asesinatos de Kosteki y Santillán, Malvinas, Yabrán, “el conflicto del campo” y el alzamiento carapintada de Rico.
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