domingo, 22 de agosto de 2010

LOS SIN TECHO

(Publicado en Recis!)

Apenas pasaron 20 minutos de las 9 de la noche y la cola para entrar a La Vieja Usina se acerca a completar toda la manzana. ¿De dónde salió toda esta gente? Cuando me acerco a preguntar por las acreditaciones de prensa alcanzo a escuchar de fondo Hay un lugar, el tema que toca La Zurda dentro del recinto. Puteo para mis adentros pero no podía llegar más temprano. Media hora después logré entrar pero la banda de Haedo ya culminó su participación. Tendré que esperar su regreso en octubre para sacarme una de las pocas cuentas pendientes que me quedan en el rock mestizo.
En el intervalo se suceden los saludos, las cervezas de rigor, la necesaria mirada a los alrededores. El comentario recurrente de la noche es arriesgar un número estimado de público que sigue entrando al salón. Me inclino por unas 6000 personas, otros estiran hacia arriba, algunos pocos aseguran que mi pronóstico es exagerado. Luego se informará oficialmente que se agotaron las entradas (7300 según los organizadores). Quien escribe sólo recuerda más cantidad de gente dentro de la Usina en la etapa populista de Bersuit.
El comienzo de la actuación de No Te Va Gustar es similar al que efectuaron año y monedas atrás: El camino más largo es continuado por Como si estuviera, no casualmente los que dan inicio al último disco. El sonido es impecable, una constante de sus visitas. Emiliano Brancciari, afianzado en su rol de frontman, está bastante más comunicativo en los últimos tiempos y esa actitud genera un dosis de frescura nada desdeñable. Quedó atrás el esquema "temas-hola Córdoba-temas-gracias-estamos muy contentos de tocar acá-temas-chau, nos vemos la próxima". Es probable que el marco de público haya colaborado con este nuevo perfil del guitarrista y cantante aunque no alcance para explicarlo del todo.
El playlist se concentró en el álbum que vinieron a despedir. Esta plaga, Mirarte a los ojos, Rata, Niño, Tan lejos y los dos ya citados sonaron en la noche del viernes. Los momentos épicos, cantados a medias con el público, se vivieron con Clara y No hay dolor. Las novedades pasaron por los todavía inéditos Los indiferentes y Tu defecto es el mío, las citas musicales incluyeron a Redondos y Sumo (en medley con Verte reir). El tramo final adquirió un tono demoledor con la secuencia Cielo de un solo color, No era cierto y Fuera de control para volver luego con los bises Mucho más feliz, Nada para ver y Te voy a llevar.
Para este cronista no deja de llamar la atención cómo prende el repertorio de los uruguayos. Esas canciones que invitan a tirarse al vacío, de tipos que se ríen en la cara, de amores truncos e insalvables, de vivir muriendo y de dolores del alma no son particularmente optimistas. No obstante, es necesario estar en un recital para percibir la algarabía que desatan. Aún a riesgo de caer en explicaciones sesgadas, quien escribe postula que las composiciones de NTVG reúnen dos características esenciales en las letras: simplicidad (sin que eso acarree superficialidad) y tocar tópicos concretos y cotidianos con algún vuelo poético ("sigo durmiendo en diagonal" para contar que se está separado, por ejemplo). Si a las letras se suma, desde el plano sonoro, la suficiente versatilidad como para navegar en el folclore rioplatense, arrimarse a los ritmos jamaiquinos, coquetear con la electrónica, obtener buenos resultados en la canción de fogón y no perder jamás el pulso del rock de guitarras, la ecuación termina otorgando un resultado que no debiera ser tan sorprendente. Habrá que esperar el nuevo disco que saldrá en octubre. Todavía parece que no tocaron techo en términos artísticos y de convocatoria.

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