lunes, 1 de agosto de 2011

SONRISAS DE MADRUGADA

(Fotografía: Esteban Tazzioli)
(Publicado en Recis!)

Formado a mediados de los años '90, Riddim pertenece a la vieja guardia del reggae argentino. Integra la camada que ayudó a conformar la escena tal como se la conoce hoy. Por aquellos años no abundaban lugares, ciclos ni radios para difundir su propuesta purista de ritmos jamaiquinos.
A fines de la década pasada, la situación comenzó a cambiar para el grupo. La edición de Donde brilla el sol (2009, séptimo disco oficial) a través de un sello mainstream le trajo la anhelada difusión que antes se le negaba. Cortes como Hey bredda y Tu amor se convirtieron en hits de alta rotación en todas las radios del país, acompañados por los correspondientes videoclips que completaron la estrategia de dar a conocer la banda a nivel masivo.
Como consecuencia de ese nuevo status, la agrupación trasladó sus visitas cordobesas a boliches de la zona del Chateau Carreras. Sus participaciones en esos espacios están dirigidos a un público específico que rara vez coincide con el habitual seguidor del reggae que los conocía en la etapa previa a su explosión mediática.
El párrafo anterior no debe sonar como un reproche. ¿Cuántas veces escribí aquí mismo lo saludable y necesario que resultaba la ampliación del espectro para difundir la música jamaiquina? ¿Cuántas veces se remarcó lo indispensable de saltar el cerco del ghetto? Riddim viene llevando a cabo esa tarea con el respaldo y las implicancias que trae aparejadas el fichaje con una discográfica multinacional.
En la noche del sábado se produjo su retorno a la ciudad en una geografía que el grupo conoce por haberla transitado con frecuencia aún cuando sus incursiones allí no hayan sido moneda corriente en los últimos años. Ante un buen marco de público, Rut Nya ofició como apertura. En media hora dejaron clara la influencia de Los Cafres en su estilo, anticiparon la grabación de su disco debut y entretuvieron a los presentes con canciones como No dejemos de intentar y Un destino. Suenan bien aunque para mi gusto les falta algo de empuje.
Posteriormente, Pety y sus muchachos dieron uno de esos shows que el público del ghetto sale a celebrar. El comienzo con el cover Legalize it fue un anticipo, el homenaje a Aswad una confirmación. En medio, viejas perlas como Remando y De nuevo. Los presentes, extasiados. El tema más festejado fue otro bien añejo: La máscara, con sólo de trombón incluido, coreado y cantado con efervescencia por los asistentes.
Acá mismo he manifestado mis disensos con las opiniones de Pety respecto de ciertas cuestiones vinculadas al reggae (particularmente su posición algo fundamentalista en el respeto de los patrones del género y su visión purista del mismo). De igual manera, he valorado su inestimable aporte a la difusión de los ritmos jamaiquinos sin quedarse en la estampita de Marley. Sobre el escenario, el tipo la descose.
Acompañado por músicos eficaces y muy solventes, el vocalista se pasea divertido y de entrecasa en las tablas. Pero ese rol relajado que el líder refleja no da lugar a errores o imperfecciones en su performance: canta cuando hay que cantar, habla cuando tiene que hacerlo, agita en los momentos exactos y recurre al humor para evitar la solemnidad. En sus actos todo parece espontáneo.

Con semejante despliegue de virtudes individuales y grupales, la elección de un setlist tan apropiado, y el reencuentro con parte de su público de siempre, el corolario de la actuación de Riddim es un show impecable en todas sus facetas. No dejaron margen para quejas de ninguna índole: la madrugada del sábado se consumió a pura sonrisa.

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